Un nuevo proyecto

«Eres tan grande que te ves pequeño»

@eclipse_literario_

Cuando Eclipse compartió en stories esta frase no dudé en capturarla y guardarla en un lugar donde la tuviese bien presente. Habían transcurrido pocas semanas desde la publicación de mis dos primeros libros. Quizás era un momento propicio para el orgullo pero, a decir verdad, me sentía la persona más diminuta del planeta.

Fueron muchas las horas, e innumerables las ilusiones, dedicadas a cada uno de esos libros. En el proceso no faltaron los miedos, las dudas, la enorme incertidumbre acerca de lo que vendría. “Es normal”, me decía, “lo temes porque te importa”.

Una vez conseguido el objetivo, me abordó cierta sensación de frío. Lo sorprendente era que esos miedos antiguos no desaparecían pues, desprovistos de gran parte de la ilusión, ahora temían al olvido.

Me explico

Quien escribe poesía no busca dinero, tampoco lo espera. Era plenamente consciente de que ese género “no vendía”, de que no era posible vivir de él. Por otro lado, me asaltaba la cruda certeza de que las letras cobraban su sentido en la lectura de las mentes que se atrevieran. Escribir algo que nadie leyese suponía condenar dichas letras al olvido.

Tras una ardua labor de edición y una inversión en diseño, había decidido publicar ambos títulos en la editorial de Amazon, Kindle Direct Publishing. La primera difusión tuvo lugar en mi entorno más cercano, lo cual atrajo algunas ventas iniciales.

Mi siguiente movimiento me llevaría a la comunidad de bookstagram, que desconocía. Me gustó encontrar un entorno repleto de compañerismo, empatía, pasión por la literatura y proclive a la apertura de ideas. Se trataba de un lugar nuevo en el que se reunían personas muy diversas con un fin común de compartir sus ganas de soñar.

En ese lugar tan maravilloso encontré manos amigas. Podría hablaros de Eva, una escritora que había publicado obras en la misma plataforma que yo. Me regaló una bienvenida cálida, repleta de buenos y útiles consejos. Gracias, Eva.

Conocí también maravillosas lectoras que decían encontrar en mis letras cierta belleza y el despertar de una admiración. Compartían conmigo sus inquietudes y proyectos, llegando a pedir consejo (como si yo pudiese ser referente en algo). En ese momento comprendí cómo la confianza puede tornarse el más sentido de los abrazos.

Y la conocí a ella, a Eclipse. Más que una lectora, más que una amiga…

Veía en mí lo que yo no veía. Creía más en mí de lo que yo jamás hubiese hecho. Mostraba fascinación acerca de algunas de mis expresiones, leía y releía. Ella, que tantas letras había recorrido, gustaba de las mías.

Como comentaba, recibí de esa comunidad mucho apoyo y reseñas con palabras bonitas, pero no fue suficiente. Las ventas se estancaron antes de alcanzar el umbral del dinero invertido. Algunas campañas publicitarias que había creado en Amazon no daban sus frutos, partiendo de una base en que pocas personas demandan poesía. Sucedía, como vaticinaba Eclipse, que nadie me compraba aún porque nadie me conocía. Y era verdad, yo era tan sólo un extraño que entraba en un mundo nuevo e inmenso.

Hablemos de olvido

He de decir que agradecí en el alma todo ese calor recibido, calor que por entonces abrigaban mis miedos.

Hice partícipe a Eclipse de esos miedos que vislumbraban unos libros abandonados en cualquier estantería, acumulando el polvo del tiempo y el olvido. Considero, pues, que el arte se marchita si no tiene quien le de vida.

Ella no sólo daba vida al arte que traté de generar, sino que me aportaba el aliento para seguir creando y luchando por todo aquello en lo que creía. Alimentaba mi paciencia con su bonita forma de anunciar que “todo llegará”.

Decía y repetía que yo era grande, pero incapaz de ver mi grandeza. Y yo, sintiéndome tan diminuto ante mis ganas de vida pese a escribir, pese a publicar y a las palabras bonitas, me apoyaba en esa mirada suya que tan grande me veía. Dejó así de importarme la pequeñez, porque bastaba que alguien me viese grande para actuar a lo grande.

Ella le quitaba el polvo a ese libro mío que yacía en cualquier estantería. Lo cuidaba, lo releía y lo hacía merecedor de halagos. Tomaba entre sus manos mis miedos y los convertía en una razón más para luchar, para saberme en el camino; porque nos duele aquello que perseguimos, nos duele el esfuerzo de perseguirlo. Y el temor de no alcanzarlo pese a todo… también nos duele.

Pero dejadme que os diga algo:

El dolor y el miedo se vuelven pequeños cuando se hace grande la ilusión de alguien que cree en ti.

Yo no soy grande, pero me basta que lo sea la ilusión de alguien que apuesta por mí para querer serlo.

El dolor y el miedo se vuelven pequeños cuando se hace grande la ilusión de alguien que cree en ti.

Los invisibles

Por el camino aprendí también otra cosa: no era el único.

Muchas personas, muchos y muchas artistas sienten esa misma pequeñez. Muchos poetas y poetisas alumbran versos de calidad sublime bajo la sombra de una incertidumbre, o quizás de una certidumbre oscura: escribir para el recuerdo unas letras sentenciadas al olvido.

Yo no les conozco. Tampoco ellos a mí. Somos seres invisibles, voces mudas en busca de expresión y de belleza. Pretendemos compartir nuestro arte con una sociedad que nos desecha y nos olvida, arrojándonos al ostracismo de las letras.

Por eso quiero alzar mi voz, aunque leve, por todas aquellas personas en quienes nadie piensa. Quiero arrojar luz sobre su sombra, quiero leerles y quitarle el polvo a sus libros abandonados, tener presentes a creadores y creadoras que aún viven, otorgándoles digno merecimiento antes de que mueran; porque de quienes mueren todos se acuerdan.

Quiero así resignificar mis letras, ponerlas al servicio de ellos y ellas. Quiero compartir herramientas, presentarles a los invisibles ese mundo de cálidos abrazos y gratitudes sinceras. Quiero promover la cultura y el arte, porque la humanidad pierde sin ellos cuanto de humano tiene.

Tengo miedo, como ellas y ellos lo tienen; pero no me detengo. Soy optimista y creo que, uniendo nuestras fuerzas, podemos hacer de este mundo un lugar más bello. Siempre he creído en el poder transformador de la palabra. Ese principio inspira cuanto hago, también esto.


Y creo en las personas.

Y creo en el arte.

Sólo deseo que quienes crean

se unan a este pequeño proyecto,

para hacerlo juntos/as

ALGO GRANDE

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